viernes, 11 de noviembre de 2011

30-Nov-2009 (1)

Queridos amigos, aunque Roberto no escribe nada nuevo para el blog, con su permiso publicaré en tres entregas estos textos de hace años. A falta de título, debido a su naturaleza hasta ahora privada, irán encabezados con la fecha de su recopilación definitiva.


30-Nov-2009 (1)

-Detrás de un trago viene otro trago. Sólo hace falta saber contar hasta el infinito: allí acabará.
-¿Despacio?, de cabeza al abismo, quemando posibilidades inagotadas, así se llega al otro lado de los límites. Es fácil, en el fondo de todas las posibilidades no palpita, no brilla, calla la imposibilidad, y es ahí donde, sin espacio, sin aire, sin luz, no se vive, no se muere, no se desvive: Se encuentra la falta más allá del placer, más allá del dolor, más allá de la vida y la muerte, sin umbral, sin instante, en un estado que declara abolidas paz y guerra en una indiferencia de desesperación desapasionada, afiebrada con todos los vicios, esos que son la virtud del mundo, cosa ni siquiera redonda, ríete, por no llorar, de Timeo.
-Va a abrazar y todas las distancias infinitesimales se abren en espinas que se clavan en la sensibilidad, directamente, y las heridas aguantan el aliento. Nada se nota. Ahora comienzan las marejadas de la verdad, ese pequeño detalle sin rostro que atraviesa, llenándolas, todas las noches de la noche y mira a la cara y no deja punto ni coma ni lugar al contacto: En el más benévolo de los infiernos las sombras vagan solitarias por el foso donde las cucarachas y las ratas sonríen casi muertas, aún durando, a la espera.
-¿No arde? No vale. ¿No quema? No sirve. Todas las utilidades terminan en el sinsentido del alma. Ni las cenizas ni el humo: no queda nada, ni sombras ni ecos. Por aquí transitan las llamas que consumen los seres y las posibilidades. ¿Que no vibra, que no hace vibrar? No más allá, no más arriba, no adentro, sin elevación, sin superficie: aquí.
-Pero ahora comienza la suciedad de las noches, de los parques, sin metáforas ni baladas. No hay banda sonora: el más originario silencio pulula con pasitos de ángel por los cristales y las cuchillas. Si no hay ocasión, si no acontecerá, aún, aún, vamos, aún.
-Calcula la inversión. También el corazón es un pedazo de carne.
-¿Cuándo es tarde? ¿Lo sabes? Sí: Cuando no sé si hay tiempo.

[Marcel Duchamp. Etant donné - 1° la chute d'eau - 2° le gaz d'éclairage]

-Y cada vez que te destruyes, no destruyes el mundo. Ahora bien, ¿qué mundo?, ¿qué tú? Detrás, delante, en cada algo de lo que te desprendes, que te ha soltado, no hay buena conciencia: Hay plena conciencia y lo que precede a la buena conciencia: La calle, la miseria, la consunción de lo posible – porque todo era imposible, porque se va afilando el filo en el que resplandecían las posibilidades, suaves, agudas, luces en la oscuridad, como si hubiese luces, como si hubiese oscuridad. Y se ve llegar de frente el miedo con su rostro más suave, más agudo, cruzado de las invisibles cicatrices de la certeza absoluta. Hay que enterrar las últimas esperanzas en un agujero tan profundo como el egoísmo, como el amor, como el corazón, esa babosa que se enrosca en el pecho, que repta por todo el cuerpo con suavidad, con cálido sentido, atravesando de suciedad la suciedad, pues se descomponen los entes igual que pasa el tiempo, marcando el tempo.
-Ya no se espera. Y siempre se espera, siempre se seguirá esperando: En medio de la basura, en el centro puro del puro sol. Abre la mano: ¿Te atreves a decir para qué sirve ahora?
-La flor: Un pétalo, otro pétalo, un pétalo, y otro. Pétalo a pétalo: Nada hay que dé más pena y no se puede afirmar, sin ser merecedor de una lenta y dolorosa e incluso eterna muerte, me das pena. Pétalo a pétalo: desflorando el pasado y el futuro. ¿Y el presente? La pesadez de los hilos sin cometa.
-¿Cuarenta grados? ¿Y no parece poco? Los cartones, los periódicos, esas pieles para soportar la noche. Aguanta, porque al final el lento final será peor que nada.
-Ni sufrir ni hacer sufrir: Sufrimiento. El daño explota en la piel del más allá de la indiferencia, esa dureza que no dura, que no endurece, que salva la indiferencia sin rozarla. Más allá, un sentir sin sentir, sin sentimientos ni sensaciones: Ni las piedras, porque las piedras no fueron, no esperaron, no esperan.
-No lo hagas, ni el más pequeño movimiento hacia atrás. Todo está ya inhumado en los parques, en los centímetros transitados, esos cementerios de lo vivido. ¿O no sabías que todo era adiós?
-Muerde. Cada dentellada es un susurro de socorro, por qué no vienes a buscarme.
-Ahora te arrojas a la simpleza: Renuncias a lo imposible.
-¿No volver a sentirlo? ¿No habrá nada, ni lo mismo ni nada parecido ni nada más? ¿No volver a sentirlo? ¿Le has dado, al fin, nombre al pánico?
-Los caballos corren libres, con las crines al viento, por la pradera sin cercos. ¿Los caballos? ¿Quieres decir los cabellos? ¿Alguna melena, tal vez? No quieres decir nada. Nunca has visto un caballo ni unos cabellos al viento. ¿Y el viento? ¿Y el viento?
-Cuando se agota la fuerza, ese es el momento. Empieza por cuando no hay nada sobre la hierba, nada que pisar, ni letreros ni un poco de verde. De todas formas, el verde está legislado. Y, así, cuando se agota la fuerza comienza la vida que no es vicio: El resto es el vicio de vivir.

[El Bosco. La nave de los locos]

-Se apagó la luz de la vela. No era, pues, el sol.
-¿Quién respira más, más deprisa, más oxígeno? ¿Quién? ¿Y quién es quién? Allí, a la vuelta de la esquina, hay quien apenas respira.
-Las hordas, las invisibles, las calladas, las de uno en uno, las hordas.
-O vives o escribes: No hay opción.
-Un rasgo y todo cambia. Ya vendrán los carroñeros a cebarse. Calma. ¿Calma?
-Te avisan. En el trasmonte hay un incendio. ¿Y qué?
-Hasta que las últimas energías de la costumbre sucumban, y, después, las últimas energías del vicio. Y, después de las costumbres, después del vicio, después de las energías y de lo último: Después de la espera y de la esperanza, después de la desesperación y la desesperanza; después del después, cuando todavía queda algo: Entonces, entonces… Mira, espera, mira y espera.
-¿Ahora? Ahora abres la mano y todo comienza. Ahora es la respuesta, y no hay respuesta porque no había pregunta. El presente se desliza y apesta, deja un resto de arcadas. Vamos. Vamos.
-¿Vienes? ¿No?
-La séptima soledad ha quedado tan atrás que ni se recuerda: El desierto no es, ya, ni un espejismo, y sigues a las botas, que caminan por campos y ciudades, porque siempre hay césped: Ellos se ocupan y preocupan de sembrarlo.
-¿”Ya no aguanto más”?
-O todo comienza con un signo de interrogación o termina con él.
-Cuando estés tentado de claudicar, recuerda lo que sabes ahora. ¿Necesitas? He ahí la verdad.
-¿Quién te recuerda? Que vengan a ponerle puertas al campo.
-A la vena va toda la perogrullada. Y sirve.
-¿Es un juego? Siempre estás en el margen. No lo olvides.
-Si no te quieren ni con la desgana de la inercia ni con la fuerza de los vicios, entonces.
-No es suficiente. Nunca lo es. Mejor, desaparece.
-Y cuando acabes el crédito, no lo renueves. Que te exijan cuentas.
-¿Libertad? Lucha por tu libertad como un esclavo de pro.
-O sonríes mientras las máscaras observan o no hay teatro.
-Y pones a prueba tu debilidad y te llevas una sorpresa, una muy agradable sorpresa: Eres mucho más débil de lo que a solas te creías.

[Turner. Fishermen at sea]

-Creo que estamos en el año 2009, noviembre. Pero si no lo pregunto, la verdad es que no lo sé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario