jueves, 17 de mayo de 2012

Guerra Fría y ajedrez (al rojo vivo)


JOHNSON, Daniel. White King and Red Queen. How the Cold War was Fought on the Chessboard. London: Atlantic Books, 2007.


Daniel Johnson, periodista y, por lo que se dice en la solapa del libro, no mal ajedrecista del todo, intenta dibujar el cuadro de las relaciones entre ajedrez y política durante la Guerra Fría, y para eso se retrotrae a la Revolución Rusa (Nikolai Krylenko) y se extiende hasta el siglo XXI (Vladimir Putin) en cuestiones políticas, y, en las ajedrecísticas, hace un repaso, más bien biográfico, desde las hipótesis sobre el origen del juego hasta Kaspárov, centrándose, por supuesto, en el ajedrez y los ajedrecistas europeos y norteamericanos a partir del primer tercio del siglo XIX.

El autor parte de la premisa según la cual al ajedrez de élite fue, durante aquellos años, un sismógrafo político, una válvula escape y el teatro de operaciones en miniatura de la Guerra Fría. Desde el momento en el que la URSS hizo del ajedrez un arma propagandística, una muestra de sus presuntos progresos y éxitos, el juego (igual que todo lo demás en aquel momento era susceptible de convertirse en herramienta política), en concreto a nivel de máxima competición, se vio contaminado por intereses ajenos a la esencia del ajedrez, y de todo juego, que se quiera jugar con limpieza: intentar ganar dentro del tablero sin transgredir las reglas.

La URSS había creado una gigantesca infraestructura alrededor del ajedrez, tanto pedagógica como política. Lo primero tuvo consecuencias positivas: más jugadores, más práctica, más estudio, mayor progreso teórico y práctico, en suma. La estructura política no tuvo, como siempre sucede cuando la política se adueña de cualquier cosa, ninguna consecuencia positiva: campeonatos amañados, la FIDE sesgada, trampas, amenazas, represiones…


[Fischer (17 años) contra Tal (23 años), en la Olimpiada de Leipzig, 1960][1]

Y aquí tenemos que ver dos asuntos diferentes pero que se mezclan. Daniel Johnson no engaña a nadie: es un hombre que está completamente de acuerdo con Reagan cuando para definir a los estados comunistas acuñó aquello del “imperio del mal”. Pero la cuestión es que los soviéticos dominaron el ajedrez de élite desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y no hasta Fischer, que fue un islote (genial, eso sí) en el océano ajedrecístico de aquella época, sino hasta Kaspárov. Si el autor del libro afirma que Fischer, el individuo, el individualista, es el representante del “mundo libre” que lucha contra el “imperio del mal”, parece que está no ya describiendo valiéndose de metáforas, sino confundiendo la metáfora con la realidad sin querer o deliberadamente, a saber.

Lo que el ajedrez le debe a la URSS no puede empañarse con la política (y tampoco está bien olvidar, pero peor es confundir). Los políticos podrían empeñarse en convertir el juego en arma, pero finalmente se sentaban dos hombres ante el tablero. Si los soviéticos quisieron hacer de Botvinnik un icono, no menos se pretendió hacer de Fischer en los Estados Unidos. Ahora bien, descontando el puntual apoyo patriotero que recibió Fischer por parte de la masa y de algunos políticos (nada más y nada menos que Kissinger, pero este elemento no estaba con el “imperio del mal”…), si uno lee En busca de Bobby Fischer verá que su legado en su país no tiene nada que ver con lo que se siguió haciendo en la URSS “a pesar de” Spassky.

Yo no recuerdo el Spassky-Fischer, básicamente porque nací ese año; pero sí recuerdo el Kárpov-Kaspárov de 1984. Con doce años, yo no sabía qué era la URSS, ni que los únicos que en este mundo han tirado bombas atómicas han sido los americanos, ni sabía qué significaba ser judío, ni armenio, ni qué era el gulag ni tampoco el neoliberalismo. Pero quedé prendado.

En general, encuentro este libro recomendable. A los que saben Historia e historia del ajedrez, les puede servir para refrescar la memoria y para criticar al autor; y a los que no sabemos, algo nos enseña, aunque sean fútiles anécdotas sobre las excentricidades de los ajedrecistas y los movimientos en la oscuridad, entre bambalinas, en los grandes campeonatos. Y eso es lo constante. Bueno, eso y los empeños, tanto de la política como de los intereses económicos, de mancillar todo lo que tocan.



[1] Fuente: http://en.wikipedia.org/wiki/File:Bundesarchiv_Bild_183-76052-0335,_Schacholympiade,_Tal_(UdSSR)_gegen_Fischer_(USA).jpg. Atribución: Bundesarchiv, Bild 183-76052-0335 / Kohls, Ulrich / CC-BY-SA.

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