sábado, 20 de octubre de 2012

Los sueños de la utopía producen las mismas pesadillas que la realidad de la vigilia


LONDON, Jack. “La fuerza de los fuertes”, en Relatos. Madrid: Cátedra, 1998, pp. 344-360. Traducción de Martín Lendínez, Francisco Cabezas, Jacinta Romano y M. I. Villarino.


Había no sé qué, luego inflación cósmica, después inflación bariónica, más tarde asimetería entre materia y antimateria… El universo se expande, se enfría, sus partes se acercan, se confunden – y este juego centrífugo y centrípeto parece no tener fin salvo que se regrese no al origen, sino a lo previo a lo que por ahora tenemos por principio.

Comprenderán que la vida del hombre ha cambiado después del salto de Felix Baumgartner y que yo siga sin tomarme nada en serio, por eso las noticias del telediario me llegan de la boca del que tiene a bien contarme cosas del mundo. Por lo que oigo, el mundo no va bien, a pesar del salto del americano.

Leo “La fuerza de los fuertes”, el cuento de Jack London. En principio, es decir, al final, un alegato en defensa del socialismo a las puertas de la Primera Guerra Mundial. En realidad, un resumen-ficción, una hipótesis tan imaginativa como antropológica acerca de cómo los hombres comienzan a unirse por interés, para luchar contra un enemigo común (y mientras unos duermen, otros vigilan), y acaban por luchar entre sí porque unos pocos tiranizan a la mayoría debido a la estupidez de los muchos y al abuso estratégico de las leyes que en un principio aseguraban la supervivencia de la comunidad.

El viejo cuento de la primigenia simbiosis entre los tontos y los malos. Y algo más. El cuento de London podría hacer pensar a muchos actuales indignados y manifestantes convencidos (los hay que lo son por pasar el rato) en la relación entre necesidad y cambio, entre utopía y repetición, entre interés y verdad.

Yo recomiendo la lectura de este cuento por recomendar algo. En tiempo de crisis, quizás se flote mejor en un poco de veneno.

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