martes, 6 de noviembre de 2012

El significado de algunas existencias


Como me gusta reírme, agradezco encontrarme con lo humorístico, y debido a que el mundo es de un material (el humano) altamente hilarante, no faltan ocasiones para sonreír o carcajearse. Así, llevado por una intuición fruto de la experiencia, me dejo arrastrar por los títulos de los libros (esa forma de portada o llamativo escaparate) y, en esta ocasión, me parto la caja contra “El significado de las palabras”, en La Estadística. Una guía de lo desconocido (KRUSKAL, Joseph B. Madrid: Alianza, 1992, pp. 211-22, capítulo traducido por J. M. Prada Sánchez).


El profesor de universidad empieza así:

“¿Es posible utilizar la estadística para explicar algo tan difícil de precisar como es el «significado»? Admitida esta posibilidad, ¿no se perdería con ello todo el romanticismo de la poesía y el encanto de la elocuencia?
  Pues bien, podemos estudiar el significado de las palabras utilizando adecuadamente métodos estadísticos […] y, no obstante, se verá que el romanticismo de las palabras está a salvo de la ciencia.
  Las personas pragmáticas pueden preguntarse por qué preocuparse tanto para precisar el significado. ¿Acaso el lenguaje, tras miles de años de evolución natural, no cumple su misión suficientemente bien? Sencillamente, no. Cualquier responsable de tramitar las admisiones en universidades americanas podría atestiguar la dificultad de interpretar los informes escritos de los profesores” (pp. 211-2).

Este hombre tiene que dar unas clases magistrales, a la española. Ese significado entrecomillado… Ese “romanticismo de la poesía” y ese otro “encanto de la elocuencia”… Y qué decir de las “personas pragmáticas” y ciegas para lo trascendental… Y fijémonos en la “evolución natural” del lenguaje, de un lenguaje que no “cumple su misión”… Pero siempre nos quedarán lumbreras que nos guíen lejos del precipicio: “cualquier responsable de tramitar las admisiones en universidades americanas”…

Pero la comedia se extiende en un segundo acto. Por lo visto, alguien pretendía diseñar un test de personalidad (el humor se caracteriza por su efecto “bola de nieve”) y para eso antes quería saber qué entendía una muestra (muy representativa, como casi siempre en estos casos: representativa de los alumnos universitarios que tienen a bien hacer de cobayas) por ciertos adjetivos.

Los “investigadores” emplean un escalograma multidimensional, lo que así, de rebote, me suena a encefalograma plano. Y quién sabe, porque entre las conclusiones leemos, con todo el romanticismo posible de los cínicos no pragmáticos que no tramitan admisiones en ninguna universidad, este elocuente y poético aserto:

“Claro está que el mapa sólo explica parte del significado de dichas palabras; se ignoran por completo otros aspectos” (p. 219).

De pequeño, yo a las moscas les arrancaba las alas, pero no he llegado a profesor universitario. Hoy me limito a quedarme anonadado ante el significado de ciertas existencias.

Se trata de un libro serio, y esto es lo que hace más gracia. Y da tanta risa que a uno se le acaban cayendo lágrimas como chorizos ya no sabe si de alegría de vivir sobre las tablas de este teatro, o del desconsuelo de habitar sobre este núcleo de hierro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario