sábado, 29 de diciembre de 2012

Los dignos


CHÉJOV, Antón. “La corista”, en La corista y otros cuentos. Madrid: Alianza Editorial, 1995. Traducción de Juan López Morillas.

Lo bueno de ser digno es que no necesitas ser ni pobre ni rico ni todo lo contrario. Basta con estar indignado. Y estar indignado, tal y como nos enseña Chéjov en su cuento “La corista”, es la mar de fácil: solo se necesita esa indignidad llamada convicción moral que inventa el derecho a exigir. Así, a Pasha, la corista, superparásito de los parásitos que no son Kolpakov y señora, justamente estos le exigen que entregue a los ladrones (de tiempo, cosas, dinero, paz y paciencia) lo que otros parásitos le han dado y quienes, por supuesto, jamás, imaginamos bien, se atreverían a pedir la devolución de lo dado.

Pero la esposa de Kolpakov es madre, y por los hijos se hace cualquier cosa, como también podría haber dicho Hitler. Y nada mejor que un hijo como coartada para el expolio. Siempre será lo mejor quitar al que no tiene, y aquel a quien se le puede coaccionar para que crea que lo que tiene no es suyo, no tiene nada, así que ni siquiera se puede afirmar que se le quite nada: más bien, se restablece un orden, se hace justicia. Y una vez hecha justicia, no que se hunda el mundo, sino que este gire y siga funcionando con la dignidad de quien no solo se ha apropiado de lo ajeno, sino que lo ha hecho con la impunidad de quien es más poderoso, y es más poderoso quien tiene la mejor coartada, esa forma de conmover la parte más baja del hijo de hombre y mujer (que es la residencia de los sentimientos, sea esta la que sea) que se denomina juicio moral.

Por eso me gusta tanto Chéjov: no te hace pensar, no es socrático: te obliga a mirar y a ver.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Quedan los hombres, Rulfo, que ya no están


RULFO, Juan. Relatos. Madrid: Alianza Editorial, 1994.

La poca humanidad que encuentro en los libros está toda, y entonces no es poca sino toda, en la Biblia. De hecho, si quiero lo real de la humanidad acudo al Antiguo Testamento: a ese dios celoso y furioso y a los hombres que sienten su pasión y se les va la vida, plena, en ella. Y a los libros que bien podrían tildarse, por su materia y su tono, de bíblicos: obras de Shakespeare o Faulkner, por citar dos de mi especial preferencia. Y si busco los sueños de la humanidad acudo, entonces, a los griegos, a Homero, a Píndaro, a los trágicos: a esos dioses apasionados y a esas fuerzas inexorables y a esos hombres tan astutos como locos que parecen vivir dormidos.

Para mí Rulfo habita en un espacio entre el Antiguo Testamento y la Orestíada. Los sueños de sus hombres son tan reales como la memoria y el remordimiento, el pasado y la desesperanza, de donde, de hecho, nacen las pesadillas de los que viven en el Llano y su periferia. Aquí es posible decir sin rubor: “La sombra larga y negra de los hombres […]” (p. 51), porque son posibles otras sombras menos negras y menos alargadas e incluso hombres sin sombra, no-hombres. Aquí la humanidad resplandece de piedad: “Amárrenlo y denle algo de beber hasta que se emborrache para que no le duelan los tiros” (p. 39). Aquí el hombre conoce que lo imposible es posible: “Todo es contra el Llano… No se puede contra lo que no se puede. Eso es lo que hemos dicho” (p. 8). Aquí se llega y se vive a ras de mónada, como la vida pegada a lo inerte, en una tierra como la Tierra del tríptico cerrado del Bosco: “Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta” (p. 38). 


Aquí todavía se quiere seguir viviendo, sin más, como si no existiese la posibilidad de lo imposible: “Había hecho el intento de dormir un rato para apaciguarse, pero el sueño se le había ido. También se le había ido el hambre. No tenía ganas de nada. Sólo de vivir” (p. 32).

Entre los huesos de la escritura de Juan Rulfo brilla la negra luz de la poesía del hombre que no sabe cuándo morirá y cómo durará cuando ya no esté.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Oye, Nick, ¿vivimos en una simulación informática o en el planeta de los simios?


Imagino que soy un tipo con suerte: por lo visto, los agoreros no han interpretado bien el calendario maya y no se ha acabado el mundo. Paciencia. Esto me ha dado tiempo para leer uno de los textos más divertidos a los que he tenido acceso en toda mi vida, y eso que se publicó en 2003, pero siempre he sido un poco despistado. En definitiva y en resumen, sí, soy un tipo con suerte: el humor me persigue.

Me niego a perder el tiempo más de la cuenta, así que no he buscado información en internet ni sobre el autor (Nick Bostrom, un filósofo inglés, valga el oxímoron, como quizás diría Nietzsche) ni sobre la recepción del texto (“Are you living in a computer simulation?”), que pueden leer aquí: http://www.simulation-argument.com/simulation.html

Desde el genial Ibáñez (ni Blasco ni Paco – el cantautor, sino Francisco), no me había reído tanto. Lo cierto es que después de haber pasado por la escuela de Hume y su sorpresa ante los autores que van del “es” al “deber ser” con la misma facilidad con la que los adivinos van de una metedura de pata a la siguiente, no creía que todavía hubiese quien cometiese errores lógico-desopilantes. Pero no hay nada imposible, y Nick Bostrom riza el rizo del absurdo al ir, cual coche cuesta abajo y sin frenos, del “es” al “puede ser” y del “puede ser” al “por lo tanto es imposible que no sea”.

El texto (¿filosofía ficción? Pero me niego a ser uno más de los que tratan a patadas a la filosofía) está repleto de tecnicismos lógicos: “very likely”, “extremely unlikely”, “almost certainly”, “predict”, “Let us suppose”, “might do”, “would be”, “could”, “It is then possible to argue”, “it suggests naturalistic analogies”, “we formulate an assumption that we need to import from the philosophy of mind in order to het the argument started”, “we consider some empirical reasons”, “some simple probability theory”, “a weak indifference principle that the argument employs”, “could in principle do the trick”, “and although it is not entirely uncontroversial, we shall here take it as a given”, “This attenuated version of substrate-independence is quite widely accepted”, “persuasive arguments”, “ifthen…”, “a mature stage of technological development”, “it is likely”, “One would therefore expect”, más y más “could”, y “may” y “can”, “We can draw this conclusion even while leaving a substantial margin of error”, “If there were a substantial chance […] then how come you are not […]?”, “We shall develop this idea into a rigorous argument” (o sea: se pone a jugar con formulas pseudo estadísticas), “If betting odds provide some guidance to rational belief, it may also be worth to ponder that if”, “it is plausible”, “One can speculate”, “It may be possible”, “Reality may thus contain many levels”, “Further rumination on these themes could climax in a naturalistic theogony”, “One might get a kind of universal ethical imperative, which it would be in everybody’s self-interest to obey”, “We may hope”, “If we learn more about posthuman motivations and resource constraints”, “A technologically mature ‘posthuman’ civilization would have enormous computing power. Based on this empirical fact”, “In the dark forest of our current ignorance, it seems sensible to apportion”, “Unless we are now living in a simulation, our descendants will almost certainly never run an ancestor-simulation”.

Imagino que si confundes la película Matrix con una regla de tres, o si consideras que un videojuego es un axioma, o si jamás has pensado en el Übermensch, puedes llegar a creer que porque dicen que Verne era un visionario, los cuentos de Asimov son demostraciones de que Heidegger era un nazi de mierda. Etcétera. Hay momentos muy mayas en los que echo de menos que los agoreros no den una.

Pero aprovecho la coyuntura para parodiar a Nick. Tengo tiempo y vino.

1) Las moscas comen queso, beben café y fuman tabaco. Esto se puede comprobar en verano: las moscas se posan en el queso, en la taza del café y en el filtro del cigarrillo. Por lo tanto, las moscas se comportan como humanos, lo que bien podría significar que las moscas y los humanos no se diferencian en nada. Todo lo que no se diferencia es idéntico, luego las moscas son seres humanos, pero no viceversa, pues los hombres, al contrario que las moscas, no pueden volar sin la ayuda de aparatos tecnológicos.

2) Las moscas vuelan sin ayuda de tecnología alguna. Teniendo en cuenta la ignorancia en la que vive el hombre y los progresos tecnológicos que nos acechan, no es improbable pensar que llegará un día en el que el hombre volará como las moscas.

3) Si pensamos, y por qué no hacerlo, que el hombre será igual que la mosca, volará. Por lo tanto, el hombre ya vuela o ha volado, de lo contrario tendríamos que concluir que las moscas no son como los humanos, y sin embargo lo son. Si todo esto fuese falso en parte o en su totalidad, significaría que tampoco en el pasado las moscas eran como los hombres, ni viceversa, lo que negaría la existencia de moscas y hombres, pues son iguales, como demuestra el hecho de que de no ser así, nuestros descendientes no tendrían moscas, pero sí queso, café y tabaco, lo que es imposible.

CORALARIO 1: La película “La mosca”.

CORALARIO 2: Quedan resueltos los problemas morales: El origen del hombre deja de estar sujeto a la metáfora de la verticalidad (de arriba abajo: es creado; de abajo arriba: evoluciona), pues el hombre siempre ha sido una mosca, y los animales carecen de moral, luego no hay moral. La mosca del vinagre comparte con el hombre un porrón de genes, y eso es otra prueba: una prueba genética, para ser precisos.

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Espero, con toda humildad, que después de este análisis filosófico me den una plaza de funcionario como profesor de universidad. También me gustaría dedicar el Nobel de Filosofía a todos los que han contribuido a que odie los calendarios.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Cuento Psycho Christmas


Érase una vez un alto cono de superficie horadada entre barras metálicas encima de la que brillaban estrellas y corazones rojos sobre sinuosas luces verdes. El cono deseaba tener complejo de árbol navideño, pero finalmente se resignó a su similitud con un cucurucho tirado en la calle, sin bolas de chocolate y pistacho, y se quedó tan helado como el pobre portugués de muñón rubicundo echado, día y noche, en la acera atestada de peatones.


Como se trataba de un árbol moderno, se aburría. Tal vez se debía a la postmoderna manía de dar luz en lugar de sombra: podía no estar acostumbrado a las sandeces. La cosa es que el aburrimiento es muy malo y por eso el cono-árbol-cucurucho miró a su alrededor, por encima de cabezas y tejados, y vio que las calles estaban festoneadas de luminosas formas abstractas y otros motivos cosmopolitas y ñoños, y se preguntó qué época del año sería.

¿Navidad? Él mismo podría haber sido plantado allí o en la plaza de cualquier pueblo en plenas fiestas de agosto o septiembre. Volvió a mirar, esta vez hacia abajo. Gente; familias. Incluso los que iban solos parecían ir solos en cuanto que miembros de una familia. Solo él no tenía familia, pues su estar allí, incluso su mero estar, carecía de ese mínimo sentido que aporta el origen y el pertenecer a algún grupo uniforme que te recuerde por tu nombre. Se sintió acabado. Quería tener familia y pasar con sus miembros aquella época, fuese la que fuese.

Nada. Estaba solo y aburrido, valga el juvenil pleonasmo. Y, por desgracia, se levantó un aire que arrastraba basura y que hizo que varase a sus pies un libro. Lo que ya le faltaba era tener que leer por no tener nada mejor que hacer. El libro se abrió por cierta sección: “Investigaciones sobre la familia”. Más en concreto, se abrió en la página 247 (WINKIN, Yves (ed.). La nueva comunicación. Barcelona: Kairós, 1984. Traducción de Jorge Fibla): “Estructuras de la comunicación psicótica”, un texto firmado por un tal Paul Watzlawick.

En el librito de marras se hablaba de tangencialización y descalificación, de mixtificación y paradoja. Se imaginó, entonces, en una casa con su familia sentada a la mesa para cenar juntos mientras celebraban… mientras celebraban… ¿que “[…] un sistema puede calificarse de patológico en la medida en que es incapaz de generar reglas para el cambio de sus propias reglas”? El cono-árbol-cucurucho seguía sin entender qué hacía allí y qué se celebraba (aunque le sonaba algo de una fiesta familiar, claro), pero comprendió, de golpe, que no querría pasar ni un minuto encerrado en un lugar poblado por demasiado expertos jugadores.

Lo de comprender de golpe fue literal: entre la basura que le arrojó el aire estaba un grueso tocho en el que leyó lo siguiente:

“Había en la misma comarca algunos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace»” (Evangelio según San Lucas 2 8-14. Biblia de Jerusalén. Madrid: Alianza Editorial, 1994, pp. 77-8).

Desde luego, aquello le sonaba como un pañuelo suena los mocos, y como él no tenía mocos, le sonaba a anacrónica leyenda urbana, de ahí que la idea que se le cruzó por los cables acerca de la posibilidad de que aquello tuviese algún significado cronológico, pasó tan rápida como la corriente de aire que se lleva la volandera hoja de un calendario de antaño. Por fortuna, más le impactó, y de nuevo sin metáforas, una bolsa de plástico del Corte Inglés. Se conocen revelaciones por caídas y tortazos, pero sin duda esta de la bolsa plástica contra el cono metálico pasará a la historia de la lucidez.

sábado, 8 de diciembre de 2012

La Tierra como Arte, el Arte de la Tierra

Dicen que para hacer buenas fotografías son necesarios una buena cámara y tirar un número desvergonzado de fotos. La NASA tiene buenas cámaras (llamadas satélites), y podemos aventurar que el revelado les saldrá tan barato como para poder permitirse hacer miles de fotografías por minuto. De ahí que hayan podido diseñar el libro Earth as Art y ponerlo a disposición todo aquel que tenga curiosidad, tiempo y ganas de descargárselo, gratis, en formato PDF: 



[Imagen de las Islas Kuriles que la NASA incluye en su colección Earth as Art]

En esta página se puede leer una breve presentación, más o menos afortunada ("The images are intended for viewing enjoyment rather than scientific interpretation. The beauty of Earth is clear, and the artistry ranges from the surreal to the sublime"), que, por desgracia, no recoge una buena frase que sí aparece en el prefacio del libro: "Truly, by escaping Earth’s gravity we discovered its attraction".

Me parece algo más que un simple juego de palabras.

martes, 4 de diciembre de 2012

Lo horrible de Maupassant


El General G. precisa que no hay que confundir lo terrible con lo horrible: la muerte de dos hombres y tres mujeres ahogados en el río, por ejemplo, es terrible, pero para experimentar horror hace falta algo más que emoción: una sensación de misterio o de terror anormal, supranatural. Maupassant pone en boca del General dos historias de horror: en la primera, soldados al borde de la muerte linchan, con ensañamiento (siguen disparando sobre el cadáver “como la gente en un funeral continúa arrojando agua bendita ante el ataúd”), a una mujer inocente de la que se decía era una espía; y, en la segunda, se narra un caso de canibalismo: los hombres abandonados a su suerte en el desierto entienden que están obligados a comerse los unos a los otros.

Y bien, ¿qué hay de horrible en estas dos historias? ¿La muerte por error de una mujer? ¿La antropofagia en un caso de supervivencia? No: lo horrible radica en esa falta de emoción, sin el menor exceso superfluo, con la que se mata y con la que Maupassant describe la pulpa sanguinolenta del cadáver tiroteado y cómo este es registrado y desnudado a la luz de unos fósforos; en cómo Maupassant describe, con la  misma falta de afectación que caracteriza a esos asesinos, la marcha de los hombres por el desierto en fila india, a tiro de fusil, y cómo uno de ellos se da la vuelta para matar a otro, y lo mata, y lo descuartiza, y los demás se acercan a por su parte, y el asesino se queda con su mera ración, y luego vuelve cada uno a caminar solo por el desierto a tiro de fusil.

Lo horrible, por lo tanto, se encuentra en el misterio de la creación, y Maupassant se limita a re-crear lo horrible en la violencia como podría haberlo hecho en la belleza y, en definitiva, en todo aquello que lleva el sello de la perfección y que, exento de emoción, se mantiene infinitamente lejos de querer perpetrar emociones en los que no soportan el horror de toda pureza.